Todo empezó con Lolita
De forma directa y con un sentimiento carnal, me devoró por dentro hasta convertirme en esclava de sus palabras, que resultaron ser poesía.
Mitra Amore
“Por entonces yo estaba en un estado de excitación que lindaba con la locura; pero al propio tiempo tenía las astucia de un loco” o “La miré y miré, supe con tanta certeza como que me he de morir, que la amaba más que a nada imaginado o visto en la tierra”, son las dos frases que me atrajeron al mundo convulsionado y obsesivo de Vladimir Navokov en su eterna y dislocada historia con Lolita.
En un principio, a la edad de 16 años, no sabes a ciencia cierta qué significa el erotismo, sólo sabes que aquellas palabras mencionadas por Humbert, donde se plasma el amor por la Lolita de sus sueños desvergonzados y agónicamente enamorados, era lo que significaba estar en el paraíso. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo y con el recorrido torpe por las raídas páginas de esta novela que fue publicada por primera vez en 1955, el erotismo se vistió para mí de un concepto de seducción, de un peligro mortal que únicamente existe en la mente de aquellos lectores que sin querer queriendo aprenden a amar en silencio la narrativa de un ruso desconocido para el mundo literario en aquel tiempo y que, con habilidad de mago, llegó a convertir una obra considerada como pornográfica en un best seller, gracias a su narrativa limpia, ágil, atrayente y enamoradiza.
Como lo indica el título en este pequeño ensayo, es que todo empieza con algo o por algo y así como Todo empezó con Lolita conmigo, no todo terminará con ella. Por el contrario, las buenas historias cargadas de erotismo, resurgirán una tras otra tanto en cuentos como en relatos, en revistas literarias como en libros publicados por grandes o pequeñas editoriales, porque hay un sólo motivo: el erotismo es una necesidad y es una trola vieja; es una cultura y una tradición en la literatura moderna, como en la clásica.

Esta palabra, E-RO-TIS-MO, que se escuda en la polémica para las sociedades incontrolables del mundo, en especial la nuestra y la literaria, que siempre considerándose vanguardista y moderna, cae en la retórica cansona de exponer obras de este tipo a la censura, vivirá mucho más allá de nosotros y de los sabios filólogos. La palabra EROTISMO, intrínseca, audaz y definitivamente fuerte, seguirá vigente por la única razón de que es la vía para deleitarse de la mejor manera del gustillo que despierta la carne. Lo hará con muestras de sentimientos profundos a través de pasajes ágiles, apasionados, románticos y sensuales y no meramente con expresiones sexuales grotescas que satisfacen un deseo. Aquí reside la diferencia del cómo y del porqué.
Mi creencia es que, si tomamos como referencia a los protagonistas de esta (Lolita), el erotismo será siempre un testimonio artístico y universal, en donde se requiere una constante sensatez humana para que los patrones de aquellos literatos que consideran la literatura erótica como un género de bajos instintos y basura, se eleve ante los ojos de otros, lectores y estudiosos, como un trabajo explícito lleno de elegancia de escritura, en donde el vocabulario fluye con placer y absorbiendo obligatoriedades amplificadoras y refinadas, muy aparte de que si el contexto en la historia es enfermo, patológicamente obsesivo, o destructor. No hablo sobre la obra de Nabokov en este párrafo; más bien, para quien no siga el hilo de mi explicación, hablo sobre el erotismo en sí.
Este idioma revolucionario donde lo prohibido es embriagador y seductor sigue siendo un tabú y es combatido en un acto incomprensible. Mario Vargas Llosa, como escritor latinoamericano, hace uso del erotismo en sus obras y según él: “Sin erotismo, no hay gran literatura”. Coincido con la percepción de este representante del erotismo latinoamericano, quien lo desarrolla muy bien en su obra Los cuadernos de Don Rigoberto, Travesuras de la niña mala, entre otras. Y coincido sin miramientos, porque los textos eróticos son totalmente embriagadores y nos inducen a que en nuestra literatura no se pierda el gusto por acentuar su crecimiento.
Con Lolita se despertó dentro de mí un género underground, castigado, que si bien es cierto con el libro Nabokov alcanzó un éxito rotundo en Estados Unidos, no se deja de juzgar la historia y no se da espacio a lo que el erotismo representa, porque todo lo erótico sin lugar a duda es bello. Lo erótico está en las calles, en las plazas, en los museos, en el arte. ¿Por qué si ahí está crudo, sugerente, polémico y contemplativo no es censurado, y lo es en la literatura?… lo erótico señores es parte del ser humano, está en la mirada y en los años, lo erótico es cotidiano, pero hay que diferenciar entre la exageración de un alto contenido sexual, que no es lo mismo que escribir bien sobre el sexo, como lo han hecho Henry Miller, D.H. Lawrence, Georges Bataille, Marguerite Duras y Almudena Grandes, entre otros.

Podríamos escribir mil ensayos sobre este tema, otros mil más sobre sus pros y sus contras y así pasarnos la vida tratando de explicar lo que por natura y derecho ha estado en nuestras vidas desde que el mundo es mundo. El erotismo al que yo me refiero, al que creo capaz de enamorar, al que tiene derecho a seguir existiendo y ser leído ávidamente sin restricciones ni mojigaterías, empezó en mi con Lolita; con esa Dolores que ha sido perseguida y cuestionada, tachada de obscena e inmoral, rechazada y mutilada.
Para los que creemos en este género que no solamente es sonido inesperado del silencio de la lectura, sino imagen homenajeada por quienes consideramos que las obras eróticas van más allá de una trama polémica, debemos bajo viento y marea acunarlo, degustarlo, estudiarlo y al final promoverlo con la ferviente y fija idea de que sea redimido.
Dicho esto, como punto final quiero hacer énfasis en que si para mí Todo empezó con Lolita a quien amé en lugar de rechazar las fijaciones perversas de Humbert y me adentré con él en el arte de lo real, de la musicalidad literaria, de la perseverancia en sus prolijas letras, en el estado pausado de sus pensamientos y deseos, para ustedes, para los de allá afuera que se dividen en grupos de la elite literaria, ¿no sería más fácil aprender a ser propulsor de este género tan importante, en lugar de desvalorizar el talento?…
Sergio Romero en su ensayo Arte al desnudo, erotismo y algo más escribió: “Lolita nació de la doble moral para ocultar los apetitos más irreprimibles de una emergente burguesía que no había tenido acceso a los verdaderos encantos de la vida”. Yo, sin ser experta, sólo opinando bajo el título de lectora, confirmo que Lolita fue creada por la mano de Dios con la capacidad infinita de poder darnos una lección de vida junto con una de placer, porque sólo eso se podría justificar que a tan temprana edad se lea a Navokov y uno quede prendado de la divina comedia que encierran las palabras en una obra que a través de los años, nos ha dado el más puro de los deleites tan solo con leerla.

Puedo decir que de las mejores novelas que he leído después de Lolita, están Las Edades de Lúlú escrita por Almudena Grandes y que ha sido llevada al cine, y la otra, 30 noches con Olivia de Noe Casado. Lo que tienen en común estas dos, son las oportunidades de dar rienda suelta a las fantasías. Sin embargo leerlas, despiertan en uno la aventura en uno de poder liberarse de todo lo que establece una sociedad. En la una, se descubre que nadie es lo que parece y en la otra, ya una Lulú madura busca experimentar el sexo que vivió con Pablo en su tierna juventud, actitud que la lleva a meterse en situaciones de desorden y revuelo pero con la agitación que le alebresta la confusión también.
Muchísimas gracias a Margarita Dager-Uscocovich por este genial texto que nos ha enviado y por sus recomendaciones de novelas eróticas: Las Edades de Lulú y 30 noches con Olivia. ¿Qué novela erótica recomendarías tú?
Tenéis una entrevista con Margarita en el blog. La podéis seguir en su página web y en twitter.
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